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Josef Ajram o el valor de decir NO

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Hace unos años, una persona que se dedicaba a trabajar para el ocio y el deporte de las personas con discapacidad, me contó una historia que había vivido con uno de sus deportistas mientras le asistía en una competición muy importante de boccia, un deporte paraolímpico similar a la petanca. El deportista, en silla de ruedas, tenía disfunciones locomotrices severas debido a una parálisis cerebral, por lo que requería que el asistente, de espaldas al juego, moviera una especie de rampa donde debía resbalar la bola a indicación del deportista.

El deportista y su asistente tenían mucha confianza, eran amigos. Entre ellos no había diferencias: solían ir a tomar cervezas juntos o bromeaban cuando veían a una chica que les gustaba. Y en el boccia se conjuntaban a la perfección. Y el caso es que ahí estaban. En plena competición. En la última ronda. Y en primera posición. Para ganar, el deportista dependía de sí mismo. Sólo necesitaba un lanzamiento normal, que le diese puntos, y estaba hecho. El auxiliar preparó la rampa y le miró, confiado en la victoria de su amigo. Pero cuando vio su cara, notó que algo no iba bien. El deportista, después de pensarlo un momento, le indicó que girara la rampa en una dirección en la que la bola irremediablemente iría fuera, lo que suponía perder el campeonato. El auxiliar dudó, pero el deportista se reafirmó en su decisión. Finalmente, colocó la rampa como pedía su amigo sin entender por qué tomaba la decisión de perder.

Y eso fue lo que le preguntó una vez finalizado el torneo. ¿Por qué? ¿Por qué no ganar cuando lo tenías al alcance de la mano? La respuesta de su amigo, fue muy sencilla: porque puedo.

Efectivamente, no perdió. Decidió perder. Y para una persona en silla de ruedas incapaz de decidir y hacer sin ayuda acciones tan básicas como lavarse, vestirse, viajar o pedirle una cita a una chica, aquello revestía una gran poder.

¿Tiene valor echar la pelota fuera? ¿Tiene valor retirarse? ¿Tiene valor decir NO? Por lo general nos enseñan que no, que lo único que tiene valor es lo que conseguimos, lo que ganamos. Por eso la mayoría de la gente no intenta nada, por miedo al fracaso. Y ese mismo mensaje nos trasladan las marcas, incapaces de reconocer fallos, de asumir la derrota, de perder posiciones a cambio de decisiones más responsables. Siempre en plena competencia por comprar el éxito, aunque sea ajeno. ¿Cuántas marcas confiaron en Lance Armstrong a pesar de las evidencias simplemente porque ganaba Tours, sin cuestionarse el cómo los ganaba? ¿Cuántas abandonaron a Tiger Woods a pesar de sus triunfos cuando se aireó su vida personal?  A veces nos olvidamos que el éxito y el fracaso son inventos del ser humano; que las copas y galardones son objetos de metal que acumulan polvo, y que, al final, lo verdaderamente importante es el viaje. Y como marca creo que el componente emocional de vincularnos a ese viaje, a esa historia de una persona como nosotros que no mide el éxito en dinero o trofeos, es mucho mayor al orgullo que podamos sentir viendo ganar a Nadal, por ejemplo. Yo al menos nunca me haría un depósito Gasol a 12 meses simplemente porque tenga el nombre de un doble ganador de la NBA.

Como tampoco voy a retirar mi admiración a Josef Ajram, creador del famoso Where is the limit?, simplemente porque no ha podido conseguir, por segundo año consecutivo, el Red Bull 7 Island. Cualquiera que haya salido a correr media hora entiende lo que debe ser prepararse para siete ironman seguidos en las Islas Canarias. Y la grandeza de Josef, y de Red Bull, es que en ese camino ha conseguido que mucha gente salga a correr o a intentar superar sus límites con sus nombres en la cabeza.

Entonces, para una marca… ¿Tiene valor decir que no? ¿Tiene valor retirarse? Claro que sí. Un valor enorme. Porque yo, como mucha gente que intenta cosas, me identifico más con la derrota que con la victoria. En el NO te entiendo más que en el SÍ. No sé lo que es hacer un ultramaratón, pero sí sé lo que es no poder más. Y necesito tanto una ración de motivación como una de realidad. No sé si Red Bull seguirá patrocinando a Josef Ajram (o si el querrá seguir siendo patrocinado), pero creo que tiene una gran oportunidad para recoger el sentimiento de millones de personas que van al trabajo sin ganas, que viven atados a una hipoteca o simplemente no disfrutan de su vida, y decir: «tíos, os comprendemos, nosotros también tenemos malos días, nosotros tampoco somos perfectos, pero mira a Josef, no estaba disfrutando y decidió que no. Que no terminaba. Y no pasa nada, porque lo importante es él, es el viaje que ha hecho hasta llegar ahí y la gente que ha inspirado en el camino».

¿Sabéis? Me hubiera encantado que Felix Baumgartner hubiera subido a la estratosfera, con millones de personas viéndolo en directo a través de YouTube, y en la soledad de estar a 39.068 metros de altura, hubiera mirado para abajo y hubiera dicho: pues no salto, que esto está muy alto.

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