Archivos Mensuales: enero 2014

Este muerto está muy vivo

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La música ha muerto. ¡Viva la música!

Bueno, quizás he exagerado un poco. Quizás todos exageramos la crisis del sector musical. Si la gente ya no compra discos, no sé cómo se habrán vendido 60,6 millones de CD`s en Reino Unido en 2013. Sí, un 13% menos que el año pasado, pero siguen siendo muchos CD´s. En España la venta de música en soporte físico cayó un 12,4%, pero aún así suponen todavía más de la mitad (54%) de la cuota de mercado.

Son cifras que van a tender a disminuir año tras año, por supuesto. ¿Por la piratería? Pues a pesar de la opinión del artisteo patrio, la respuesta es: no. Más bien gracias al crecimiento de la oferta de la música digital, que ya acapara el 46% del mercado ya sea  a través de suscripciones, descargas o streaming.

Parece claro que el consumidor de música ha tomado cartas en el asunto, lo que paradójicamente beneficia a ese artisteo que tanto se queja (cada vez menos, eso sí), ya que reduce los múltiples intermediarios que producían un disco a sólo uno, la plataforma tecnológica de turno, o ninguno, si decide subir y comercializar él su contenido. Y además llegan a más gente.

De estos formatos, la pepita de oro es el streaming, con 36 millones de usuarios activos en el mundo, de los cuales 11 son suscriptores de pago en plataformas como Spotify o Deezer. Sólo en Estados Unidos generó un negocio de 571 millones de dólares en 2013, y en España ha pasado del 38% de todo el mercado digital al 55%, según Promusicae. Sin embargo, si la tecnología ha liberado al usuario y al artista de las cadenas de las compañías discográficas, aún no ha conseguido que el streaming sea un negocio lucrativo para las plataformas, que navegan entre dos aguas: los que apuestan por la suscripción y los que apuestan por el brand content y el patrocinio.

Hace bien poco, una startup madrileña, Zuzeen, acelerada el pasado año por Wayra, consiguió una inversión de 1,4 millones de dólares con una idea muy simple: acercar a los artistas a los fans a través de las marcas. Ellos entienden que para que el fan y la marca se interesen por el contenido, el streaming debe ser una experiencia única e interactiva. Como si el propio artista estuviese cantando para ti a través de Skype. Por supuesto, con un contenido tan exclusivo, no es difícil atraer a las marcas.

Zuzeen, ahora transformada en Rushmore, fue una de las startup que intervinieron en el evento organizado por MUWOM para reunir a aquellos emprendedores que quieren cambiar la música a través de la tecnología. Fue un acto con los típicos tópicos de siempre pero también con ideas muy buenas. Yo mismo colaboro en la startup Living Indie, un plataforma de conciertos en streaming live que ha conseguido financiación por parte de Wayra UK el pasado mes de enero. Como a todos, nuestra preocupación es cómo aportar valor a las marcas a través del contenido que podemos generar. Por supuesto no voy a desvelar nuestra fórmula, pero sí quiero apuntar tres vínculos que el sector de la música digital debería potenciar en su relación con las marcas:

  1. La música gusta a todo el mundo. Y las marcas quieren identificarse con la gente, compartir sus gustos. Por eso la música es el elemento de cercanía más natural que existe.
  2. Las marcas quieren estar a la última. Y la tecnología les permite estar a la última, o al menos aparentarlo.
  3. El fan quiere escuchar a su artista, no arruinarse con el artista. Por eso no se molestan si hay marcas detrás pagando la música, a pesar incluso de los aburridos anuncios de Spotify cada dos temas. Excepto modificar el contenido en sí, la canción, la marca tiene en sus manos interactuar como quiera en un territorio ya segmentado por tribus musicales con características muy definidas.

¿Ha muerto la música? La música sigue más viva que nunca.

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Enhorabuena, eres un pringado…

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Arranca el 2014, y como todos los principios de año, es fácilmente visible en los ojos de la gente una ilusión por reinventarse. Como si, el simple cambio de dígito en el calendario cada 12 meses diera poder para redimirse, para borrar los errores, para dejar atrás lo malo y empezar de nuevo, para lograr esas metas que siempre aparcamos por falta de tiempo.

Bueno, hay una gran falacia en esta ilusión. El que es gilipollas va a seguir siendo un gilipollas, sea 31 de diciembre o 1 de enero. Y si realmente es consciente de que es gillipollas y está esperando a estar en un nuevo año para dejar de serlo, es que es doblemente gilipollas por estar fastidiando a los demás en vez de cambiar ahora mismo. Y lo mismo vale para el resto: un nuevo año no va a borrar que hicieras daño a alguien, esa persona seguirá jodida por mucho que tú quieras empezar de nuevo; no va a provocar que una situación cambie, así que no esperes que tu matrimonio de repente se reconduzca; no va a darte mas tiempo para realizar el sueño de tu vida, seguirás con el mismo tiempo y seguramente con las mismas pocas ganas… Es decir, por mucho chute de optimismo, tenemos las mismas posibilidades de cambiar que en cualquier día y momento del año.

Sí, he dicho las mismas posibilidades de cambiar. Sí, puedes cambiar, pero depende de ti, de que renuncies a cosas, de que perdones otras, de que, en definitiva, cambies. No que cambie el año, que cambies tú.

Pero volvamos al principio. Acaba de empezar el año y nos sentimos optimistas sin razón aparente. Y eso nos lleva a una conclusión peor: somos especiales. No el vecino, no tu compi de trabajo, no tu hermano, sólo tú. 2014 es tu año. Viajarás, serás emprendedor, te convertirás en tu propio jefe, ganarás mucho dinero, la gente te admirará, tu padre por fin te dirá lo orgulloso que está de ti y con suerte harán una película de tu vida con Will Smith de protagonista.

La realidad es que no pasará nada de eso, ni falta que hace. Seguirás siendo el ser humano imperfecto, dubitativo, inseguro, injusto y glotón de siempre. ¿Y qué? Así es el 100% de la humanidad, a pesar de lo que te digan los anuncios de colonias. No somos especiales. Y si para sentirte bien necesitas creerlo, te harás daño cada vez que te topes con la realidad, o aún peor, te engañarás a ti mismo y no serás capaz de reconocer tus errores ni disfrutar de las virtudes de los demás. Creerte especial es como disfrazar al ego con un traje de Superman tan grande que te impide ver lo que tienes delante.

Es más, no ser especial es lo mejor que te puede pasar en la vida. Te lo digo yo. Es un campo inimaginable de oportunidades. En la primera temporada de Mad Men, Don Draper descubre precisamente eso cuando está pensando en cómo vender una marca de tabaco. Analizando a su competencia, se da cuenta de que, en realidad, todos vendían el mismo producto, ninguno era más especial que los otros: se cultivaban igual, se fabricaban igual, se consumían igual y se vendían igual. La gran ventaja es que podía destacar de todo ese proceso la característica que más le gustase, y hacerla suya a pesar de que el resto también la tuviese. «It´s toasted» fue el lema de Lucky Strike. A pesar de que todas las marcas tenían en sus fábricas máquinas de tostado, sólo Lucky presumió de ello.

Si todo esto lo único que te está dando es ganas de fumar, deja de leer y ponte un parche de nicotina. Fumar no sólo mata sino que es adictivo, a pesar de que creas que por ser año nuevo dejar de fumar va a ser más fácil. Pero quizás no tienes puesto el disfraz de Superman y has entendido a Don Draper. Quizás vas a coger aquello que, como tú, mucha gente sabe hacer y vas a darle valor hasta convertirlo en una de tus señas de identidad. Como cuando piensas en tu abuela y su deliciosa tortilla de patatas. O la maratón que corriste el año pasado. O en grupo de teatro aficionado. Y quizás encuentres que hay gente que lo hace mejor y te dediques a aprender de ellos para mejorar, y eso te llevará luego a compartir tu experiencia con otros. Y quizás, de esta manera, encuentres un lugar en el mundo en el que eres valorado , querido y admirado precisamente por no ser nada especial. No te esfuerces por hacerlo diferente, esfuérzate por hacerlo bien.

Enhorabuena, acabas de descubrir que eres un tío corriente, una persona normal, un pringado. Así que ya no tienes excusas para convertirte en el pringado más feliz de la historia.

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